COHERENCIA E INCOHERENCIA A PROPÓSITO DE LA GUERRA EN UCRANIA
Imaginemos que Estados Unidos invade Venezuela, tal como estuvo planteado durante cierto tiempo, bajo el mandato de Donald Trump, y que Rusia decide entregarle armas al gobierno venezolano de Nicolás Maduro para ayudarlo a combatir a los invasores. Las tropas estadounidenses encontrarían una feroz resistencia en los barrios y en los campos de Venezuela. Imaginemos que las negociaciones entre Washington y Caracas comienzan en Colombia, mientras Washington intenta forzar al gobierno venezolano a capitular.
A menos que creamos que Rusia no es un país imperialista -lo que implica que no suscribimos al análisis materialista, sino que nos adherimos a una definición política del imperialismo según la cual sólo los países occidentales pueden ser imperialistas-, la situación descrita anteriormente sería claramente la de una guerra justa librada por Venezuela contra una invasión imperialista estadounidense, en el contexto de un conflicto en curso entre el imperialismo estadounidense y el ruso. La guerra justa de Venezuela sería así, al mismo tiempo, una guerra por delegación entre dos potencias imperialistas, del mismo modo que la mayoría de los conflictos durante la Guerra Fría -como la Guerra de Corea o la Guerra de Vietnam- fueron guerras de liberación nacional y también guerras por delegación entre Washington y Moscú.
¿Cuál sería la posición correcta de los antiimperialistas internacionalistas? A menos que fuéramos pacifistas absolutos y que suscribiéramos al principio de poner la otra mejilla, deberíamos apoyar el suministro de armas a la resistencia venezolana para que pudiera defender a su pueblo y lograr una posición sobre el terreno que le permitiera evitar la capitulación y limitar el precio a pagar en las negociaciones. Si alguien dijera: “Apoyamos la resistencia venezolana, pero nos oponemos tanto a la entrega de armas rusas al gobierno de Maduro como a cualquier presión económica sobre Estados Unidos”, esa actitud sería considerada, con razón, poco seria.
Esto se debe a que tal posición equivaldría a proclamar el apoyo a los venezolanos mientras se les niegan los medios para resistir y para oponer una presión económica a su agresor. En el mejor de los casos, esta sería una posición totalmente incoherente. En el peor de los casos, se trataría de una posición hipócrita para disfrazar la indiferencia ante la difícil situación de los venezolanos -vistos como corderos a sacrificar en el altar del antiimperialismo (ruso)- con la pretensión de desearles éxito en su resistencia legítima.
Por supuesto que los lectores se habrán dado cuenta de que en la alegoría anterior, Venezuela representa a Ucrania y el imperialismo estadounidense representa a su contraparte rusa. Esto nos lleva a la distinción esencial entre una guerra directa entre países imperialistas en la que cada bando intenta apoderarse de una parte del mundo, como en el caso más clásico de la Primera Guerra Mundial, y una invasión por parte de una potencia imperialista de un país no imperialista, siendo este último apoyado por otra potencia imperialista que lo utiliza en la rivalidad inter-imperialista.
En el primer caso, el internacionalismo obrero exige que los trabajadores, incluidos los de uniforme (es decir, los soldados), se opongan a la guerra de ambos bandos, y que cada grupo se oponga a la guerra de su propio gobierno, aunque contribuya a la derrota de éste (éste es el significado del derrotismo revolucionario). En el segundo caso, el derrotismo revolucionario sólo se exige a los obreros y soldados que pertenecen al país imperialista agresor y de forma mucho más activa que indirecta. Tienen que sabotear la maquinaria de guerra de su propio país. Por otra parte, los trabajadores de la nación oprimida tienen el derecho y el deber de defender a su país y a sus familias y deben ser apoyados por los internacionalistas del mundo entero.
Las y los socialistas ucranianos consideran -y con razón- que la actitud de expresar dolor por la situación de la población ucraniana y pretender se preocupan por ellos apoyando las negociaciones y la paz en abstracto (¿qué paz?) es hipócrita. El gobierno ucraniano lleva semanas participando activamente en las negociaciones con la parte rusa: Las negociaciones tienen lugar en un país miembro de la OTAN, Turquía. Cuentan con el pleno apoyo de la mayoría de los gobiernos de la OTAN, que desean que la guerra termine antes de que sus consecuencias económicas mundiales sean irreversiblemente catastróficas. Por lo tanto, no se trata que alguna de las partes se niegue a negociar. Sin embargo, no hace falta ser un experto en historia militar para comprender que las negociaciones dependen de la relación de fuerzas conseguidas en el terreno. Los chinos y los vietnamitas tienen una larga experiencia en este sentido, que se resume en el famoso dicho maoísta: “Da Da Tan Tan” (Luchar, pelear, negociar, negociar).
El hecho de apoyar la posición negociadora de Ucrania sobre su propio territorio nacional requiere apoyar su resistencia y su derecho a adquirir las armas necesarias para su defensa, cualquiera que sea la fuente que las posea y esté dispuesta a proporcionárselas. Negarle a Ucrania el derecho a adquirir esas armas equivale a pedirle que capitule. Frente a un invasor masivamente armado y brutal, sería, en los hechos, un derrotismo por el lado equivocado, equivalente, casi, a apoyar al invasor.
Escribe: Gilbert Achar , 07/04/2022
Fuente:
https://vientosur.info/coherencia-e-incoherencia-a-proposito-de-la-guerra-en-ucrania/